Han pasado varios años ya de que nos vemos. Aunque hay temporadas en que estamos juntos y otras separados, no podemos retirarnos, estamos presentes, pensando el uno con el otro. Creando espacios que sólo aumentan el deseo al momento de vernos. Lo cubrimos de amistad, lo cubrimos de amor, de celos, de humillación, de olvido. No podemos estar demasiado tiempo juntos y a la vez no podemos estar separados. ¿Qué nos une y nos condena? ¿Será amor?

Mi alma está en paz cuando estoy contigo, soy feliz y plena. A la vez no puedo estar a tu lado, somos tan diferentes y orgullosos, no nos gusta ceder ni descubrir nuestra alma desnuda ante nuestros ojos, nos da miedo, por eso nuestras almas permancen abrazadas, debajo del cobertor, con la luz apagada, aunque nos hayamos ido, ellas siguen allí sin moverse porque no pueden.

Miedo de seguir y de pedir. Por eso nos dejamos de hablar, nos olvidamos un momento hasta que dejamos de engañarnos y buscamos cualquier pretexto para buscarnos: un correo, un sueño, un miedo, una decepción; somos el punto fuerte de nuestras vidas. Quizás este cuento siga por la eternidad, quizás se termine mañana. No lo sé, es incierto para ambos, es demasiado larga la despedida. Debemos empezar a amarnos y no a extrañarnos.