Estoy arriba de la plataforma olímpica a punto de echarme un clavado. Más que la competencia es lo que significa. Todos me ven y evalúan, pendientes en qué haré, cómo me moveré. ¿En qué momento les comenzó a importar? El clavado es solo mío, una experiencia privada que tengo que hacer en un lugar público. Me veo entonces forzada a compartir mis miedos y temores con quien no conoce lo que hay detrás y solo tiene sus percepciones para descifrar lo que ellos consideran sucede en mi cabeza.

Quien deseo me acompañe está presente en la competencia. Deseo tanto que esté a mi lado en este momento, no sé si está mirando, no sé si me apoya, no sé si espera que triunfe, no lo sé. Solo quiero saber qué piensa y si quiere acompañarme cuando la competencia termine.