Los muros murmuran.
Ven lo que anhelan y nunca han de tener.
Sudan de ganas, quieren participar en el juego,
lloran salitre por sus poros.
Se corroen, quiebran, desesperan, por la vida que ven.
De vez en cuando los tocamos y el muro se refresca.
El contacto es breve,
pero suficiente para mantener vivo su deseo.