Hay días que te recuerdo más que otros. Hay días que te extraño tanto que duele. El recuerdo y la necesidad de palparte me llana los huesos y vacía el corazón. Por momentos me ahogo, pero no hay agua que corte mi respiración; esto, mi amor, es lo que me desespera. Estoy sumergida en un río imaginario que me lleva en su corriente. Trato de nadar y salir triunfante; hay días que lo logro, hay días que no.

Se necesitan fuerzas todos los días para no recordarte, no pensarte y no buscarte. Las lágrimas se llevan ese sentimiento, pero queda su aroma, dulce, como canela; con el tiempo uno olvida su sabor amargo, podrido.

¿En dónde estás, mi alma? ¿En qué momento recuerdas la unión? Besos, abrazos, angustias, corajes, todo se mezcla para perderse en un abismo infinito donde, difícilmente, será recordado y admirado por generaciones futuras. Esto no será siempre, ¿verdad? Tendré otra oportunidad, ¿verdad? Al lado del río observo la belleza del agua cristalina...me atemoriza al punto de las lágrimas. Me sigue ahogando. Necesito volver a aprender a respirar como lo hacía antes, sin tí, sin mí, sin los nombres olvidados, sin las heridas en los brazos, con pies que se lastiman descalzos en el momento en que me perdí en tus manos.