La urgencia de adentrarnos,
de indagar en las esquinas más profundas.
La necesidad de tocar la piel del otro.
Provocar esa sonrisa cómplice, que nace con el roce del uno del otro, en la necesidad de que el habla conozca a su homólogo.
Es una revelación que se convierte en secreto, ávidez del otro, el tiempo nos come cada vez que nos retrasamos. Lo sentimos, lo adolecemos, lo imaginamos, lo esperamos. ¿Cuánto tiempo más? No sabemos, ponemos a prueba la fortaleza del otro en algo que no deberíamos prolongar.
de indagar en las esquinas más profundas.
La necesidad de tocar la piel del otro.
Provocar esa sonrisa cómplice, que nace con el roce del uno del otro, en la necesidad de que el habla conozca a su homólogo.
Es una revelación que se convierte en secreto, ávidez del otro, el tiempo nos come cada vez que nos retrasamos. Lo sentimos, lo adolecemos, lo imaginamos, lo esperamos. ¿Cuánto tiempo más? No sabemos, ponemos a prueba la fortaleza del otro en algo que no deberíamos prolongar.