Le fateuille

Un poco de mí, para tí.

Nombre: Ana
Ubicación: Mexico

Me gusta el blog, puedo escribir todo lo que hay dentro de mí, sin pensar en nada más.

viernes, junio 07, 2013

Es demasiado efímero el sentimiento. La razón es demasiado fría en los acuerdos tácitos. Es más fácil encerrarse en el mundo de cristal para evitar ser lastimado. Y heme aquí. Otra vez en una situación conocida en la que no he podido aprender. Pero esos momentos breves nadie me los puede quitar. Mi vida es una suma de momentos que se dan esporádicamente con la esperanza que se vuelvan permanentes.

Pocos nombres, el mismo karma. La lección que debe ser aprendida y que, tal parece, insisto en repetir.

Esto es lo más parecido a un encierro, porque estoy atada a los deseos de otro, donde mi opinión no cuenta. Mi cuerpo llora, la ilusión se quedó en eso y la pérdida de lo que nunca se tuvo se esfumó. En cambio, el corazón le recuerda a la mente que se trata de la suma de momentos, destellos breves.

Mientras tanto, el momento se esfuma como niebla, pasa a través de nosotros para dejarnos mojados, dejando un rastro que se evapora cuando sale el sol. Así será cuando llegue mi momento. Cuando amanezca, el sol saldrá y todos los momentos breves desaparecerán para dejar luz y calor.

La princesa de los cabellos dorados miró sobre el balcón de su castillo. Finalmente había encontrado la paz en su reino. Esta lucha no fue fácil ya que sacrificó sus deseos con tal de cuidar a su pueblo. Ahora se encontraba aterrada pues había indicios de que al fin los deseos de su corazón podrían manifestarse. Esto le daba miedo, porque durante tanto tiempo estuvo ocupada en su reino y en las guerras, que se olvidó de ser feliz. ¿Cómo se vive la felicidad en los corazones que han olvidado amar sin temer?

La princesa teme porque las últimas personas que ha amado fueron atacadas por las fuerzas obscuras. No quiere lastimar, por eso decide retirarse antes de cualquier asomo de amor. Si no existe, no hay porqué hablar de ello. Pero ella no sabe que las fuerzas obscuras son su misma energía que la sobrepasa y comienza a tener vida propia, por un encantamiento, donde se hacen realidad sus temores.

Se congeló tu corazón.
Trato de calentarlo con mis manos, con mi aliento. Dejó de latir.
Lloro.
Dejo que mis lágrimas lo bañen, con la esperanza que su calor lo reviva. Le hablo tiernamente, es inútil.
Lloro, lo acaricio, lo pongo en su lugar, le mando un beso. Sigue frío. Lo guardas en una caja de cristal, transparente, inaccesible y custodiada, para que nadie lo lastime.
Sospecho que el corazón se enfrío por mi presencia y decidió cubrirse de escarcha. No entiendo.
No hay nada que entender. Un corazón se enfría por voluntad propia, no hay encantamientos ni hechizos que lo provoquen. Su misma tristeza puede lograr este efecto.
Mi alegría no basta. Mi voz no puede romper el cristal. Mi sonrisa no tiene efecto.
Lloro. Era un corazón rojo hermoso que se volvió azul, en un momento, quizás de miedo, quizás de error, eso no lo sabremos jamás. Es una lástima que la sangre deje de brotar.
Cierro el cuarto de cristal, me encargo de ponerle llave y tirarla al lago. El corazón no la necesitará para salir, en cuanto la tristeza se vaya el cristal desaparecerá.
Le doy un último beso y me retiro.